Una tarjeta de visita tiene su momento de entrega.

  1. Cuando te presentan a alguien.
  2. Cuando tienes que dar tu teléfono o algún dato.
  3. Cuando te despides para concertar un futuro contacto.

Si lo haces en el primer caso, cuando te acaban de presentar a alguien, puede que parezca que inicias el típico intercambio de cromos, pero puede que no tengas otra oportunidad para hacerlo más tarde y así te aseguras una captación total del interés y una asociación de ideas entre tu persona y tu tarjeta de presentación que fijo se va a la cartera del otro.

Lo ideal es dar tu tarjeta en el transcurso de una reunión cuando surja de forma involuntaria la necesidad de dar algún dato. Ese, es el mejor momento para soltar una tarjeta aunque sea para anotar un cif, o un nº de cuenta, de esta forma te aseguras que esta perdure en poder de esa otra persona y que sea un acto totalmente desinteresado.

Si lo haces en el último momento, cuando te despides, como excusa para llamaros para programar una nueva reunión también parece un buen momento pero en este caso corres el riesgo de que si no hay interés, tu tarjeta termine olvidada en ese bolsillo de la americana del que nunca más vuelve a salir algo que entra.