Las teorías sobre los viajes que realizan las tarjetas de visita ya son un hecho. No se debe escatimar a la hora de la cantidad y la calidad de las tarjetas a imprimir. Tampoco puedes ser receloso a la hora de repartirlas.
Muchas tarjetas viajan hasta un cajón y allí sobrellevan el paso del tiempo hasta que, pasados cinco años alguien lo vacía y – ¡Cáspita!!! mira la tarjeta de fulano… ¡qué habrá sido de él! voy a llamarle.
Otras tarjetas viajan en la cartera de alguien aquí y allí, están muy resobadas del roce con el resto de papeles que la acompañan. Pero cuando asoman un curioso día siempre es para … – Pues mira, este es un amigo mío que le puedes llamar te doy su tarjeta aunque está ya un poco cochambrosa.
La tarjeta mientras más manoseada más genera, más produce. Por eso, las tarjetas no deben estar quietas debemos moverlas, intercambiarlas. No ha nacido quien acabe con una tarjeta de visita, son inmortales, ni las nuevas tecnologías nos impiden seguir usándolas. Antes de deshacerte de una tarjeta ya te has agenciado la nueva, si no, no la tiras por que nadie acaba con el viaje que un día inició ese trozo de papel en el que grabé mi alma.
Juan José Berhó